Dualidad[es] estéticas: de lo dionisíaco y lo apolíneo en el film Paprika

Por Antonio Odehnal

De entre las luces y las sombras que pueblan el mundo los griegos supieron darles nombre, y, como el ser humano siempre ha necesitado darle un nombre a las dualidades de la vida, se puede afirmar que tal hecho tuvo lugar en las nociones de lo apolíneo y lo dionisíaco, una dicotomía filosófica basada en concepciones de la antigua mitología clásica representada por Apolo, dios de sol y de la belleza y por Dionisos, dios del vino, el exceso y la intoxicación. Estos dos dioses representan la idea de la claridad contra la oscuridad y de la naturaleza contra la civilización. Desde esta dualidad será entonces que escribirá el filósofo alemán Friedrich Nietzsche en parte de su tratado El Nacimiento de la Tragedia.

Nietzsche expone que el arte y la poesía trágica son las llaves que nos permiten descubrir la esencia del mundo, asimismo afirma que El Nacimiento de la Tragedia es una metafísica de artistas, en el sentido que el arte es el centro, en él desde él es como puede descifrarse el mundo, de modo que solamente con corazón artístico se puede descubrir la esencia de la realidad. En este contexto señala que lo apolíneo y lo dionisíaco son dos instintos estéticos que los griegos poseían para su conocimiento y dominio del mundo.

Para el filósofo alemán la paradoja de la creación artística se basa en el antagonismo de estos dos instintos apolíneo y dionisíaco que se rigen por las divinidades de Apolo y Dionisos. Apolo simboliza el instinto figurativo, es el dios de la claridad, de la luz, de la medida, de la forma y de disposición bella; Dionisos, en cambio, es el dios de lo caótico y desmesurado, de lo informe, del oleaje hirviente de la vida, del frenesí sexual, el dios de la noche, el dios de la música seductora y excitante, que desata pasiones. Para ilustrar el antagonismo de estos instintos artísticos mediante los cuales los griegos se enfrentaban al mundo, Nietzsche acude a una contraposición fisiológica de la vida humana: el sueño y la embriaguez. El sueño es la fuerza inconsciente, creadora de imágenes del hombre, el sueño crea el mundo de las imágenes, produce la bella apariencia y como fuerza plástica se concibe como una visión creadora. Por su parte la embriaguez nos sitúa ante la experiencia de una situación en donde desaparecen las barreras y donde parece que nos identificamos con el gran ímpetu vital que nos sitúa en el deleite de lo uno primordial, por otra parte esta situación es también elevada por Nietzsche a un nivel cósmico que le permite afirmar que la embriaguez es un delirio de bacantes, que rompe y succiona todas las figuras individuales eliminando todo lo finito y particularizado.

El antagonismo entre lo apolíneo y lo dionisíaco plantea un contrapuesto de poder de Dionisos y Apolo como lucha antitética de dos potencias fundamentales. En tal concepción se trata de definir quién domina y quién es dominado generándose un vaivén entre lo finito y lo infinito para el surgimiento de nuevas figuras, como lo expone Nietzsche (1872): “estos dos instintos tan diferentes caminan parejos, la mayoría de las veces, en una guerra declarada, excitándose mutuamente a creaciones nuevas”. El antagonismo entre lo apolíneo y lo dionisíaco pasa por el constante intento del hombre por ser uno, por ser individuo independiente del resto pero que, por otra parte sucumbe ante el juego de Dionisos que es el devenir y se sumerge en el uno primordial. El devenir trágico de la existencia es inevitable, la individualización completa no es posible.

Se necesita de ambos espíritus, dionisíaco y apolíneo, para que pueda existir la creación artística. Aunque en su perpetua lucha exista un ganador, no implica la eliminación de todo rastro de su contrario, de esta forma la creación artística recae en manos de un artista apolíneo o de un artista dionisíaco, a menos que se trate de la tragedia antigua en donde el artista es tanto apolíneo como dionisíaco, ya que para Nietzsche es en la tragedia griega donde ambas fuerzas se equilibran, pero aunque el arte creado se incline a favor del dios Dionisio, se necesita de Apolo para darle una forma a ese fondo que se quiere dar a conocer.

En este sentido Carl G. Jung (1964) en su tratado El hombre y sus símbolos nos hace referencia a esta relación entre lo apolíneo y dionisíaco referido en analogía a la relación consciente-inconsciente en la creación del arte. Expresa que lo dionisíaco llega a absorber a lo apolíneo en un planteamiento cautivante y esclarecedor:

Mucho del arte moderno se ha hecho “abstracto”. Los grandes artistas de este siglo han buscado dar forma visible a la “vida que hay tras las cosas” y de ese modo sus obras son una expresión simbólica de un mundo que está tras la consciencia (o, por supuesto, tras los sueños, porque los sueños raramente no son figurativos) de este modo apuntan a la realidad “una”, a la vida “una” que parece ser el fondo común de los dominios de las apariencias físicas y psíquicas. (Jung, pp. 261-262)

Partiendo pues de estas nociones de la tragedia y las concepciones de lo apolíneo y dionisíaco discurre una serie de disertaciones que pretenden establecer la relación entre estas y el film de Satoshi Kon, Paprika (2006).

Para situar en contexto el argumento del film expone que en el futuro cercano la psiquiatría ha descubierto una nueva forma de psicoterapia gracias a un invento que permite interpretar las ondas del sueño MOR (sueño de movimientos oculares rápidos) de los pacientes y hacer que el terapeuta entre en los sueños de éste y de esa manera acceder a las capas más profundas del sueño para sanar heridas psíquicas. Este invento, llamado Mini DC, se encuentra en fase experimental y su uso aún no ha sido autorizado por el gobierno, las únicas terapias permitidas se realizan en una fundación controlada por el Doctor Seijiro Inui, un hombre en silla de ruedas que alberga un gran resentimiento hacia la tecnología. Sin embargo, la Doctora Atsuko Chiba está administrando psicoterapia no autorizada con el DC Mini al Detective Toshimi Konakawa mediante su misterioso alter ego: Paprika.

Todo se complica cuando el Doctor Kosaku Tokita, el obeso e infantil creador del Mini DC informa a la Doctora Chiba de que dos prototipos inacabados de su invento han sido robados. Al no tener instalado ningún tipo de control de acceso, estos aparatos son capaces de sincronizarse con las ondas cerebrales de los individuos despiertos, lo que produce el efecto de que los sueños irrumpan en la realidad de los sujetos aunque éstos no estén dormidos. Pronto se producen los primeros actos de terrorismo de los sueños, cuando varios doctores de la fundación comienzan a actuar de forma extraña al ver cómo sus sueños invaden sus mentes estando despiertos.

La Doctora Chiba, en ayuda del Detective Konakawa y por su alter ego Paprika, deberán encontrar a los terroristas de los sueños antes de que sus manipulaciones provoquen que el mundo de los sueños invada la realidad y los seres humanos se vean arrastrados irremisiblemente hacia una espiral de locura colectiva.

Paprika nos conduce a través de la fusión y confusión entre la realidad y la ficción, elemento que se hace presente desde la escena inicial donde se ve un vibrante y confuso sueño que apenas esboza las pistas de lo que ocurrirá a continuación. Desde una perspectiva general en el mundo material, innegable y existente en el film el estado de vigilia y la realidad tangible, alejadas del surrealismo y el sueño estarían relacionadas con el mundo apolíneo mientras que, por su parte, el mundo de los sueños donde en apariencia la demencia y el desequilibrio son protagonistas, representa la ficción y en tal sentido exhibe una clara relación con lo dionisíaco, tanto por sus personajes como por las características de este submundo donde las acciones, las decisiones tomadas y lo que allí es permitido es considerado sensato y reflexivo.

Asimismo el film propone otra división mucho más profunda: la que se produce entre la realidad racional de la mente consciente y la ficción que habita la mente inconsciente (a la cual se puede acceder a través de los sueños) en los sueños son una puerta abierta hacia el inconsciente de las personas. En este sentido Jung expone

La gente que confía completamente en su pensamiento racional y desecha o reprime toda manifestación de su vida psíquica, con frecuencia tiene inclinación, casi inexplicable hacia la superstición […] y como los sueños compensan nuestra vida exterior, la importancia que esta gente le da a su intelecto se ve contrapesada por los sueños en los que se encuentra con lo irracional y no puede librarse de ello (Jung 1964 pp. 290)

Paprika juega con esta dualidad consciente/inconsciente en los estados del sueño y la vigilia donde se afirma que, cuando Paprika (personaje) entra en el mundo de los sueños, vemos que es el cuerpo de la Doctora Chiba (quien representa lo apolíneo a modo de la razón) el que duerme, por lo tanto su actitud frente al mundo real es una actitud dionisíaca al manifestarse alejada de la razón y guiada por el subconsciente. Así pues de este juego dual nos surgen ciertas interrogantes: ¿es Paprika real? ¿tiene naturaleza física o no es más que un aspecto de la mente de la Doctora Chiba? de las que podemos suponer a Paprika como la máscara apolínea de nuestra heroína trágica, quien toma este carácter instintivo de lo uno primordial para revelarse pudiendo cambiar de forma y aspecto, adaptándose al sueño en el que se encuentra en cada momento dando cuenta así del constante antagonismo entre loa apolíneo y dionisíaco en aquello que Nietzsche plantearía como el constante intento del hombre de ser uno, por ser independiente del resto pero que, por el devenir trágico de la existencia, no es posible. Ante esta imposibilidad de ser individual surge lo colectivo, aquello que tiene límites desdibujados, donde se confunden las gentes: el colectivo dionisíaco, el eterno retorno de lo dionisíaco destruye la máscara apolínea.

Una imagen recurrente en la película es la de la caravana, una delirante mezcla de elementos culturales tanto orientales como occidentales que avanza inexorablemente a través del mundo de los sueños, dicha imagen no es más que una representación exagerada de lo uno primordial, nuestro inconsciente colectivo, en el que se mezclan de forma caótica diversos elementos que en la mente consciente estarían separados.

El fenomenal antagonismo que nos describe el filósofo alemán es fascinante, el equilibrio entre los opuestos (apolíneo y dionisíaco) propone que la vida se desarrolla a lo largo de un conflicto permanente entre fuerzas opuestas de la misma intensidad. De esta forma, la vida de los seres humanos se desarrolla a lo largo del conflicto realidad/sueño… un conflicto que nunca debe acabar, pues ambas fuerzas deben estar en equilibrio, si alguna de ellas superase a la otra como sucede en la película por obra de los terroristas de los sueños, el resultado sería el caos y la destrucción. Realidad/sueño, vida/muerte, bien/mal, creación/destrucción… todos los aspectos de la existencia suponen un conflicto entre opuestos.

Constantemente se presentará a lo largo del film el conflicto entre los instintos de Apolo y Dionisos en aras de la resolución del caso sobre el cual la Doctora Chiba, el Doctor Shima y el Detective Konakawa se encuentran involucrados: el detener el acto de terrorismo de los sueños. En este proceso el devenir trágico será una constante dentro del desarrollo de la trama donde tanto los personajes principales como los secundarios evidenciarán su padecimiento dentro de la realidad, intentando escapar a este devenir lo que terminará por sumirlos como plantea Nietzsche, en la destrucción del yo por este devenir, a saber que estos individuos al perder la máscara apolínea sucumben ante la marea de lo dionisíaco hasta aceptar en la profundidad de su consciencia que la vida es trágica y que nuestras emociones que a veces reprimimos o negamos, nos llevan a actuar desde el deber más que desde el deseo y de este modo al aceptar este hecho sobre el cual se asientan las paradojas de la existencia se logra encontrar un equilibrio. Ejemplo de ello lo evidenciamos con la destrucción del Detective Konakawa en la escena del cine en la que se define la inexistencia del yo por la muerte de una parte de sí, pero que a su vez existe la presencia de otro yo, reflejado en su mejor amigo que había fallecido, de forma que al asumir su caída este personaje se redime y logra sobrellevar la corriente del devenir y logrando con éste un estado de equilibrio; por otro lado sucede algo semejante en el final de la película al momento que Paprika asume la forma de mujer gigante para hacerle frente a Inui quien encarna la figura de la destrucción y que en este conflicto de fuerzas ocurre la destrucción del individuo para lograr un estado de equilibrio entre el mundo real y el mundo de los sueños restableciendo así el ciclo.

Es así como en una propuesta (que para algunos resulta compleja) como la de Paprika, la visión simbólica que nos plantea Nietzsche que la ilusión de la apariencia a través del mundo de los sueños nos lleva a lo real de la existencia y a la profundidad del ser. Por consiguiente la inevitabilidad de las cosas, de la muerte, del dolor, de la imposibilidad de ser persona, la inevitabilidad de lo trágico nos lleva al eterno dolor original nos devela una realidad de la existencia y la naturaleza humana.

 

Bibliografía

Durand, G. (1968) La imaginación simbólica. Buenos Aires: Amorrortu editores.

Jung, C. (1964) El hombre y sus símbolos. Barcelona: Paidós.

Nietzsche, F. (2009) El origen de la tragedia. Buenos Aires: Gradifco.

Filmografía

Maruta, J. (productor) y Kon, S. (director). (2006). Paprika [cinta cinematográfica]. Japón: Madhouse & Sony Pictures Entertainment.