El Parque PosthumanoDra.: Elizabeth Marín Hernández
“Tienen algo de lo que están orgullosos. ¿Cómo llaman a eso que los llena de orgullo? Cultura lo llaman, es lo que los distingue de los cabreros.
Por esto no les gusta oír, referida a ellos la palabra ‘desprecio’. Voy a hablar, pues, a su orgullo.
Voy a hablarles de lo más despreciado: el último hombre”.
Friedrich Nietzsche: Así habló Zaratustra
Actualmente la humanidad presencia giradas formas de comportamiento conectadas e interconectadas a fuentes de poder intermedial configuradas fuera de los cuerpos naturales/orgánicos, ya sea por la virtualidad, la simulación o los lugares informáticos en los que aparecen prótesis/extensiones imaginarias que acompañan a los organismos sociales dentro de ramificaciones que atienden a otro modo de utilización del espacio, de la pasionalidad y de la pulsionalidad perteneciente a lo humano en cuanto a su condición finita, perecedera.
Nos encontramos, como consecuencia, ante la presencia de una fantasmática era posthumana, marcada por la territorialidad de las tecnologías que han alterado las formas identitarias para convertirnos en sujetos híbridos, atados a lugares tecnológicos de articulaciones diversas, en los que las presencias posthumanas se intensifican a través de las capacidades de objetivación de sus pasiones, de sus pulsionalidades, ahora conducidas como canales de información por los controladores de los flujos del sentido en una era plena de deseos y temores.
Época, en la que humanidad y la tecnología aparecen centradas en un campo de tensiones mutuas, en la interioridad de una biopolítica capaz de purificar y de reconfigurar a las agendas humanas en la utilización de prótesis generadoras de nuevos sujetos, sin dietarios de pasado, en el lugar de un perpetuo presente, ubicados en el vacío de la ausencia de una conciencia del sí mismo. Solo superficie de imagen, y con ello el surgimiento de una nueva hiperpolítica de sabiduría de un extraño parque humano conformado por criaturas globales, desprendidas, extrañas, extrañadas y posicionadas en los tiempos abiertos por el genoma, la posible manipulación de la especie, la realidad virtual y la expansión informática –como argumenta Iván de La Nuez (2002)– sobre el carácter epocal de nuestra actualidad. Aquella, que naufraga entre la tecnología y la precariedad de las subjetividades en tanto campos expandidos de significación corporal.
Aziz+Cucher: Fe, Honor y Belleza, 1992
(www.azizcucher.net)
Producción de cuerpos como cuerpos producidos, que acuden a una sociabilidad distinta dentro de una multiplicidad de superficies elaboradas por pantallas en las que se originan la replicación continua de sujetos y de criaturas producidas para ser vistas en la planitud de las pantallas, en las que se origina –como escribe José Luis Brea (2007)– la experiencia, la subjetividad, la comunidad, el afecto, la pasionalidad, el sentido o el deseo, donde todo es producción.
Nada escapa ya a su inscripción en tal proceso. O, digamos, la producción ha expandido su campo para abarcar todas las modalidades de actividad – o pasionalidad- que conciernen a lo humano (…) y donde toda seducción es necesariamente producción de seducción, producción del deseo y de las figuras que se quiere que lo complementen (la compañía, el diálogo conversacional, la coexperiencia del instante, la desjerarquización de la aventura relacional, la fluídica de los juegos de conquista y de sumisión;(…) despliegan en su fantasía la panoplia de movimientos que consideren: en todo caso, la seducción únicamente operará en el efecto de producirlos) (Brea: 2007, p. 35)
El parque humano ha sido movilizado en la obligatoria configuración de lo posthumano, del ser producción de producción, en el efecto que la misma causa en la continua necesidad de creación de sujetos-superficie, en la apuesta de una repetición continua de criaturas que pretenden un mundo mejor, manifestado en la necesidad que transita por la vía de la precariedad emocional de esos sujetos producidos, programados, copiados una y mil veces. Prótesis posthumanas que asimilan nuestras particulares ansiedades y temores. Todo se encuentra y se centra en la interioridad de una hiperpolítica deseante de cuerpos dóciles, creados para desechar la finitud de lo humano como medio limitado, deficiente y fragmentario, con una carencia congénita: su transitoriedad.
De allí, que el paso de lo humano a lo posthumano, encuentre su acicate en la liberación tecnológica de la producción de un narcisismo propio, de una vuelta a lo humano, desde las perspectivas de la manipulación científica de la genética, de la operación tecnológica del cuerpo, reflejadas en la producción de subjetividades vacías. Sólo cuerpos sin atavismos, sin recuerdos, sin memorias, narcisismos puros, creados y producidos, desde la individualización institucionalizada de nuestros temores, y de las certezas de sociedades capaces de garantizar el disciplinamiento de las multiplicidades humanas –como escribiría Foucault (2005)-
La vuelta a lo humano en su disciplinamiento, genera nuevas formas de narcisismos vinculados a los modos tecnológicos de la manipulación digital de las imágenes, las cuales producen parques posthumanos llenos de subjetividades extrañas, extrañadas de sí mismas, ausentes de una historia humana, pues ellos son los primeros y los últimos, copias de sí mismos, posthumanos producidos por máquinas que repiten hasta la saciedad la perfección de cuerpos sin tejidos culturales.
Aziz+Cucher: María (Serie Dystopia), 1999
(www.azizcucher.net)
Sólo ellos como principio y final de una individuación objetiva, nacida de un estado de bienestar alterado, generación inconclusa de sí mismos, pues nos hallamos ante la idea de un cuerpo en permanente experimentación, replicante no sólo de la fisicidad sino de deseos abyectos, de vicisitudes de transformación tecnológica, genética, científica, todas generadoras de corporeidades ausentes, en las cuales se desarrolla la presencia de un último hombre, de una última humanidad, que escapa por medio de vectores inacabados y desplazados del entramado sociocultural.
Narcisos Posthumanos
La presencia de las tecnologías han contribuido al aceleramiento de los simulacros de las imágenes, en medio de la liquidez de una cultura expandida desmanteladora de la ilusión de lo humano, de su subjetividad y de su cultura como “espejo miniaturizado de la memoria acumulada por la tradición, como resonancia y concreción de lo absoluto histórico universal de la humanidad en el eco fractal del sujeto realizado, individuo egregio” (Brea: 2007, p.57), para conducirnos a la pérdida de los límites en las recientes producciones posthumanas, que han interrumpido nuestro patrimonial e inmemorable ser humano en pos de una postcultura sedimentada en la manipulación de las imágenes y de los deseos que ya no hablan por nosotros mismos.
Ruud van Empel: Hermanos, 2010
https://ruudvanempel.nl/work/brothers-sisters4/
La producción del parque posthumano se encuentra en la fabricación masiva de subjetividades alteradas e inconclusas, creadas digitalmente, éstas acusan del desgajamiento de individualidades pasadas, pues inmersas en los procesos de individualización actuales, concentrados en la producción de cuerpos superficie, generan de la desintegración de las formas sociales tradicionales, para ser dirigidas a girados modos de narcisismo en los que se espera “Vivir el momento como idea dominante: vivir al día y para uno mismo, perdiendo el sentido de la comunidad histórica y el sentimiento de pertenencia a una secuencia de generaciones originada en el pasado y que había de prolongarse en el futuro” (González: 2007, p. 7)
El narciso posthumano no posee pasado, es sólo él, imagen sin profundidad, cuerpo sin marca, purificado hasta los límites de su existencia. Limites en los que experimenta los riesgos de las ausencias, de las emocionabilidades grabadas por los reflejos de sí mismo frente a las pantallas a las que debe enfrentarse en medio de otras exigencias y controles instituidos por la realidad de flujos imaginales que los conduce a transitar como sujetos tecnológicos leves, de operaciones perecederas y de presencias carentes de sociabilidad, solo sujetos a contemplación.
De manera que, las imágenes, creadas de forma digitalizada, de los narcisos y de sus subjetividades remiten a estados precarios de ambigüedad, que atienden a la liberación del primero y el último hombre, sometido a la continua visión de sí mismo, en la incesante liberación de su pasionalidad controlada. Debido a que el parque de los narcisos posthumanos (de)muestra la fragilidad de su inestable individuación, institucionalizada, por el medio tecnológico informante del cómo llevarse a cuestas y el cómo construirse como espacio de sentido.
Subyugados por la retórica y por las novedosas prótesis teleinformáticas y biotecnológicas, los organismos contemporáneos se transforman en cuerpos conectados, ávidos y ansiosos, cuerpos sintonizados. Y también, sin duda, cuerpos útiles. Acoplados a la tecnología digital, estimulados y propulsados por un instrumental actualizado de dispositivos no orgánicos, cuerpos cuya esencia se considera inmaterial: pura información compuesta de energía eléctrica que podría ser transferida a un archivo de computadora, o bien alterada en su base genética para corregir eventuales errores inscriptos en su código, o bien hibridizada con los bits de otros organismos o con los más diversos dispositivos electrónicos. (Sibilia: 2010, p. 193)
Sujetos de enigmáticas imágenes producidas y vueltas a producir, en medio de la seducción de un rendimiento posthumano que nos conduce al terreno de las criaturas clonadas, copiadas, repetidas, digitalizadas. Ellas se nos presentan dentro de una fabricación masiva angustiante de sujetos con vidas propias, aparentemente inmateriales, igualmente clonadas, copiadas, repetidas, dentro de la percepción de un engaño imposible de discernir, pues son:
(…)-un falseamiento de nada, al que ni precede ni podría suceder autenticidad alguna. Ella, es autenticidad en su falta, es acaso su mejor argumento secreto, su punto-fuerza, su arquitrabe escondido: sobre ese espejismo se eleva y se asienta el mayor poderío de la mayor megamáquina que nunca se ha apoderado de la Tierra, del existir (Brea: 2007, p.60).
Los narcisos posthumanos, de esta manera, son parte del simulacro de las realidades inexistentes, sus cuerpos ya no son alimentados, ni adornados, pues han sido creados por la megaindustria del parque conducido por las tecnologías. Ellos poseen la falta del origen humano al ser convertidos en la centralidad de un proyecto, reflejo de los principales temores de las sociedades actuales, que se contemplan en el vacío de las permanentes repeticiones de sí mismos, de sus principales atavismos, ahora creados, conducidos y expresados por medios telemáticos de información y de comunicación, toda la posthumanidad en un bit.
Ruud van Empel: Dawn, 2009
https://ruudvanempel.nl/work/dawn4/
Los narcisos posthumanos que se movilizan en medio de redes emocionales indiscernibles, sujetos sin cultura, ni historia, sólo pantalla de significaciones adversas, expandidas por las vías de una visualidad que recubre a todas las existencias, tan sólo con la finalidad de “producir al individuo, en construirle como personaje, en proporcionarle argumentos y narrativas de individuación, de reconocimiento y distinción en contextos de comunidad y socialización” (Brea: 2007, p.60), imposibles de ser realizadas.
La Individuación Posthumana
El narciso, es sólo en sí mismo temor a la dependencia, cuerpo imposible, permanente desasosiego del mismo y de los que le rodean, subjetividades ausentes para lugares ausentes, en los que los procesos de producción de la individuación han alcanzado hasta el momento la máxima cuota de significación: e-mail, chats, Facebook, Instagran, Twitter y otros, funcionan como lugares de construcción de narcisos posthumanos precarios, cuerpos virtuales que se construyen y se inventan en medio de una sociabilización postradicional.
Ruud van Empel: Generación # 3, 2010
https://ruudvanempel.nl/work/generation3/
Tengo 10.000 amigos en la web y no llego a 10 en persona. Hemos creado nuevos actores de nuestros propios narcisismos, de nuestros propios temores y apetencias, en la interioridad del estallido de la personalidad y de la diversificación tecnológica de nuestras funciones cognitivas y subjetivas, centradas en redes informáticas dinámicas y abiertas. Todo este proceso abre el círculo continuo de la “producción de individuos flotantes, cinéticos, universalizando los modos de vida que a la vez permiten un máximo de singularización en los hombres” (González: 2007, p.135)
En este sentido, la individuación ha de ser entendida en medio de un ritmo frenético e inestable del riesgo de decidir quién soy ante una libertad precaria, condicionada por la memoria convertida en dispositivo de producción capaz de enlazar el imaginario de una vida propia a la incesante fabricación de subjetividades pantalla, en la que cuerpos, rostros y comportamientos, se presentan en la individuación posthumana como sujetos precarios y abyectos, desplazados de lo cultural a lo postcultural, desde un proceso en el que
Cada individuo, tendencialmente, llega a ser lo que para sí mismo es precisamente dentro del «sistema psíquico» en el que las descripciones más avanzadas le retratan: por su carril de especificación, cada individuo se asemeja a un cohete recorriendo su propio espacio (Sloterdikj: 1999, p.189).
En ese particular trayecto es provocada la producción de la individuación que ha configurado la máxima de individuos insulares, manifestados en un no principio y en un no final, ante la crisis de las crisis de la paternidad y los principios genealógicos presentes en las interconexiones humanas actuales.
La manipulación de la genética, la virtualidad de la personalidad y de la subjetividad de las formas de creación de los individuos nos conduce –como escribe Hal Foster (2004)– a un mundo de diseño, un mundo en el que todo es creado fuera de su lugar tradicional, y dentro de una imparable complejidad, en la que el individuo posthumano alcanza su institucionalización por medio del reconocimiento generalizado de la ciencia y la tecnología, en las que, de alguna manera, puede hallarse las respuestas al estado de insuficiencia de nuestra propia humanidad.
Cada uno de nosotros, se presenta en este reconocimiento como repetición de sí mismo, individuos de una repetición que ya no procede de nosotros mismos, sino de la tecnología, ampliando –como apunta Sloterdijk (1999)– la institución de la autoría de los sujetos, y del teorema del “último hombre”, un hombre sin retorno, como puede experimentarse en las ambiguas imágenes del artista cubano-norteamericano Anthony Goicolea.
Anthony Goicolea: Premature, 1999
http://www.anthonygoicoleastudio.com/albums/past-works-1999-2004/
Goicolea, conduce hasta el paroxismo la repetición de esos sujetos-pantalla, creados como últimos de sí mismo, sin retorno, con una verosimilitud increíble, el artista genera digitalmente
(…) una multitud de colegiales de trece o catorce años sometidos con total naturalidad a sus pulsiones primordiales y más urgentes, fundamentalmente eróticas (homosexuales) y agresivas, a veces con un lenguaje de insinuaciones o sospechas, y otras de manera mucho más evidente. (Vozmediano: 2003, p.3)
Los adolescentes de Goicolea se encuentran suspendidos en un tiempo sin movimiento, seres insulares en los que ya no se reconoce primado alguno de la genealogía humana, sólo individuación de una existencia que ha sido formulada tecnológicamente, en la que ha desaparecido toda forma de tradición y aparece toda la pasionalidad y pulsionalidad posthumana y postcultural, ante el desvanecimiento de los dispositivos de la sexualidad y de la civilidad normalizadores de la biopolítica y la sociedad.
Anthony Goicolea: Caníbal, 2001
http://www.anthonygoicoleastudio.com/albums/past-works-1999-2004/
Los adolescentes-pantalla, diseñados y ubicados en medio de una existencia destradicionalizada deben escoger el lugar de su invención histórica, pues de estos individuos del parque posthumano se espera una existencia propia, que vivan por su cuenta, ejerciendo diversas identidades ante toda clase de peligros.
Desde una perspectiva semejante el artista norteamericano Keith Cottinghan realiza sus ‘retratos ficticios’, copias de un sujeto alterado en su fisicidad, ni niño, ni hombre, sólo producción de producción de pasionalidad y pulsionalidad. Imágenes construidas por medio de un proceso simulacral de la realidad de “una unidad artificial, elementos anatómicos, funciones biológicas, conductas sensaciones y placeres, y permitió hacer funcionar esta unidad ficticia como principio causal sentido omnipresente, secreto a descubrir en todas partes” (Sibila: 2010, p.171).
El artista realiza una unidad ficticia pero real en el principio y el final de una criatura posthumana, comprendida en su propagación como imagen deseada y deseante de sujeto producido digitalmente y al mismo tiempo idealizado, ya que en él las nuevas tecnologías han transformado de modo radical los modos de representación de una tradición visual, como la del retrato, para acceder a la destradicionalización subjetiva del mismo, con la intensión de hacer visible lo que se escapa de los disciplinamientos establecidos.
Imágenes o retratos que fracturan el principio y el fin del hombre mismo, al ser producido una y otra vez, sin paternidad certera, solo pantalla y superficie dentro del formateo de cuerpos y almas en los que además se diseña a una identidad flotante en los flujos de sujetos tecnológicamente leves, vacíos, que como una unidad mínima de información de lo humano pueden ser reconectados con otros sujetos de igual levedad.
Keith Cottinghan: Retratos ficticios, 1992
http://www.keithcottingham.com/1992
De allí, que los sujetos posthumanos como imágenes tecnológicas, digitalizadas, como producción de producción, se ubiquen en la idea de la ausencia y pérdida de lo real habitual, puesto que la realidad conocida ha comenzado a ser reemplazada por el de la simulación digital, en la cual la visualidad va más allá de la visualidad, un golpe de ojo que distorsiona y tensiona las normas de los parques humanos tradicionales para conducirnos a parques virtuales de sujetos sin referente.
Las tecnologías han definitivamente creado y manipulado a las imágenes de sujetos que, producidos nos adentran a existencias movilizadas más allá de lo real, cuestionando los límites de lo físico y lo no físico, ante la presencia de criaturas parciales manifestadas en cuerpos fronterizos que ya no se encuentran en una totalidad y sino que se alejan de la intuición del autor, como hombre que se genera fisiológicamente así mismo, pues nos hallamos ante la presencia de un hombre, entendido como humanidad, que se construye fuera de todas las condiciones biológicas.
Keith Cottinghan: Retratos ficticios, 1992
http://www.keithcottingham.com/1992
En este sentido, nos hallamos ante la presencia de la individuación posthumana, de sujetos construidos, “cuerpos inscritos por la tecnología que significa en todo momento la imposibilidad de un sujeto individual, un sujeto que pueda coincidir con un organismo biológico y personal” (Colaizzi: 1996, p. 40). Debido, a que éstos se instituyen dentro de afinidades afectivas, vaciadas hacia a fuera en el qué queremos como cuerpo deseado y deseante, carente de toda transitoriedad y en un permanente presente basado en los parentescos políticos humanos determinados en pactos, en coaliciones, de acuerdos/encuentros puntuales, siempre parciales, locales y ausentes.
De allí que, –actualizando las ideas de Donna Haraway en su texto Cybors at Large de 1991– podríamos argumentar que en estas primeras décadas del siglo XXI nuestras sociedades se manejan de nuevo en la interioridad de un tiempo mítico, en el que todos nos conformamos como quimeras, híbridos, teorizados, digitalizados por computadoras, es decir, somos posthumanos. Lo posthumano es nuestra ontología, nos otorga nuestra política.
La individuación posthumana está entregada
(…) a la parcialidad, la ironía, la intimidad y la perversidad. Totalmente falto de inocencia, está siempre en la oposición, dentro de la utopía. Ya no es estructurado por la polaridad entre lo público y lo privado, lo posthumano define una polis tecnológica basada en parte en la revolución de las relaciones sociales en el oikos, el núcleo familiar. Se rehacen la naturaleza y la cultura, la primera ya no puede ser apropiada o incorporada por la segunda (…) El posthumano no reconocería el Jardín del Edén; no está hecho de barro y no puede soñar con volver a ser polvo. Los posthumanos no son respetuosos, no reconocen el cosmos y sospechan del holismo (Haraway: 1995, pp.150-151) (las cursivas son nuestras)
Aislados los sujetos posthumanos, insulares, se encuentran deseosos de conexiones plenas de insatisfacciones, pues su existencia se encuentra en la fractura de la sociedad y de sus núcleos tradicionales, como consecuencia el Parque Posthumano es centro fragmentado de producción continua de hombres sin principio, sin retorno, y donde finalmente los
Individuos de ese tipo son, según se comprenden así mismos y aún más según posición en el proceso generativo, tanto nuevos como últimos. Viven con el sentimiento de lo que no es retornable; el individuo individualizado hasta el extremo quiere la vivencia que se recompensa a sí misma; conduce a su vida como el usuario terminal de sí mismo y de sus oportunidades (Sloterdikj: 1999, p.190)
Bibliografía
- Brea, José Luis (2007): Cultura_RAM. Mutaciones de la cultura en la era de la distribución electrónica, Cibercultura, Gedisa, Barcelona.
- Colaizzi, Giulia (1996): “De la aldea global al circuito integrado: reflexiones sobre una política para cyborgs”, en: Globalización y fragmentación del mundo contemporáneo, Francisco Jarauta (ed.), Guipuzkoa, Arteleku.
- De la Nuez, Iván (2002): “La tercera odisea”, en: Parc Humá. Una exposició de criatures globals, (cat. expo.), Barcelona, Electa.
- Foster, Hal (2002): Diseño y Delito, Madrid, Akal.
- Foucault, Michel (2005): Vigilar y castigar, México D.F, Siglo XXI.
- Gómez Isla, José (2005): Arte hoy. Fotografía, San Sebastián, Nerea.
- González D. Enrique (2007): Biografía del miedo. Los temores en la sociedad contemporánea, Barcelona.
- Haraway, Donna (1995): Ciencia, Cyborgs y Mujeres, Madrid, Cátedra, Col. Feminismos.
- Sibilia, Paula (2010): El hombre postorgánico. Cuerpo, subjetividad y tecnologías digitales. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.
- Sloterdikj, Peter (1999): “El imperio ausente y la hiperpolítica. La metamorfosis del cuerpo social en los tiempos de la política global”, en: Paisajes después del Muro, Iván de la Nuez (ed.), Barcelona, Península.
- Vozmediano, Elena (2003): “El ejército clónico de Anthony Goicolea”, en: El Cultural, http://www.elcultural.es (en línea).